viernes, 2 de abril de 2010

Soy un pez que no ve.


Mi infierno proviene desde la existencia, comienza desde mi necesidad de comer y de vomitar desechos, prosigue con los ojos ciegos, la desorientación y la perdida de los sentidos por demencia. Un corazón deja de existir en mis sueños, la repugnancia maldita de ver el fuego negro sin llama, que despierta en las horas necesarias de vida, en las horas no interrumpidas por células muertas. Duermo en la oscuridad de los pensamientos, los que me regalan mi no espiritualidad, mi no naturaleza.

La oscuridad de mi existir, el color de mis vientos creativos. Pintar mi vida sin trazo, con cisnes que danzan “pintura derramada”.

Duermo entonces, porque creo en las nubes y me quemo aquí presente. El no invisible se derrite, conservo el dolor en mis sombras. Conservo el dolor.

Sufro de realidad indagada.


Sufro de existencia corazón sonriente.

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