Se dispersa en el parque, en la casa, en la fiesta…
Salta una vez, alcanza el techo, nos saluda desde arriba.
Alcanzo la cima.
Inquieto como saltamontes. Inquieto como célula entre miles de otras células.
Y más sangre, y más alto. No va a caer.
Es tan feliz a veces. Es tan feliz que olvida su temor a las alturas.
Y sube, y sube. Tanto tiempo, no descansa. Porque es feliz y esta orgulloso de serlo.
Canta en el parque, en la casa, en la fiesta…
Mueve los brazos una vez, y toca la tierra, la huele y quisiera que todo su cuerpo fuera de aquella cosa y que a su vez, su alma brillara, como brilla el barro, la tierra, el agua.
Tierra agua barro. Todo es cuando canto.
Sube a la cima. Y olvida su temor a las alturas. No va a caer.
Ya no va a caer, porque le gustan las montañas tanto como le gusta su muchacha.
Y quisiera vivir con ella en todas las cimas de todas las montañas de todas las cimas de todas las montañas hasta que se acaben todas…
Baila como ardilla en el parque, en la casa, en la fiesta…
Una fiesta en mi parque dentro de mi casa; conmigo, con las alturas, con ella.
Con ella. Bailando dispersa canta las canciones para subir a la cima.
Y yo, inquieto quisiera amarla como ella lo merece.
Como yo merecí abandonar mi vida para ser un hombre de las tierras altas.
Se ha ido al Norte, al Sur y hacia los costados, por ella.
Pronto un hombre de aviones.
viernes, 22 de octubre de 2010
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