martes, 14 de septiembre de 2010

Viaje sobre los trenes sin tierra.

Caída mía, atraviesa el lazo del estomago, el lienzo del jugo acido. La no espera, la no si espera, el posible asesino, el viento alentador de jugos, la hermosa no caída.
Se derrite la vida y de cera es el cuerpo que se amolda en el fondo del cielo. Quemado, reconstruido y a veces, algo lluvioso, desenfrenado con ganas de matar con dulzura.
Enamorada del oxigeno, enamorada del tiempo destruido que construye aire sin apuros.
Así te encuentro, así caigo con todos, como última y única vez, como cuando hay líquidos en el cielo y también en mi panza, donde todos se encuentran largamente conformes con lo que se siente y se espera, nadando libres, creando formas adorables de nacerte. Nacerán flotando hacia las nubes, como animales que no conocen, pero que presienten con profundo encanto de enfermos de la creación.
En un viaje sin fármacos, con una visión de narcótico en el centro de tu mundo mío, con mi naturaleza de enferma en el medio de la unión de todo, lamiendo el alma de la tierra, besando el orgasmo del mar, abrazando el amor de las imágenes en mi cabeza, abrazándote debajo del universo, al costado donde realidad no puede vernos con su ojo ciego.
Es nuestro.
Estoy con vos en el centro de todo lo que no esperamos y es esto que tenemos.


Esa misma noche de septiembre.

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